Los profes y el protocolo general

Alguien por el foro ya lo ha mencionado. Los profesores, a la hora de formarse, deberían estar sometidos a los protocolos generales de la escuela, al igual que lo están los chicos y chicas en nuestras aulas. Es verdad, hace añitos que la UNESCO nos tiene comprometidos en la formación permanente. Si estamos de acuerdo en ello, podemos establecer analogías. Nadie se ofenda, no establecemos semejanzas. Iniciamos proceso de simulación. Nos olvidamos de nuestro rol de intocables y nos metemos en el tajo del aprendizaje; como cualquier chaval, nos enfrentamos a la comprensión y expresión de lo desconocido y gestionamos la puesta a punto de nuestros reflejos ante los problemas. Estos son algunos de los jardines de nuestra escuela.

A nuestros chavales les encanta la logística. Para ellos es lo mejor. Para el Corte Inglés también lo es. Se trata de conseguir la cartera con el set más actualizado del mercado. Puede que se quejen de su peso; pero, para los chicos y chicas, merece la pena el despliegue diario de efectivos. Además, supone disponer de recursos para entretener las pesadas horas de clase. Es el antídoto universal.

Analogía uno. A los profesores les ocurre otro tanto. Es muy estimulante recibir equipamiento, tener recursos que encender y apagar; realizar actos públicos o políticos para mostrar el set de la modernidad en el aula. Las semanas se llenan con protocolos de recepción y aceptación de dotaciones, modificaciones en el inventario, agitación en la escuela moderna que se encargan de presentarse ante los mass media. Llegan los equipos a los colegios. No está nada mal. El acontecimiento merece la pena. Toma antídoto.

Quieto, majete, que todavía no es tiempo de irse a casa. La escuela de hoy sigue conservando celosamente la monotonía tras los cristales. De jugar a romperla, se encarga el sonoro timbre. Éste es el árbitro que media entre el bien y el mal. El tiempo de recreo y el que obliga al trabajo intelectual, la comprensión, el adiestramiento. No hay manera de aguantar esta lenta tortura. Los chavales prefieren la versión de la realidad fácil. Se rigen por la ley de la inmediatez. Se lo saben bien: ¿qué hay que hacer, profesora? Este es el mensaje clave de la clase de equivalencia, cómo sobrevivir en la escuela sin dejar la vida en el empeño.

Analogía dos. Cualquier profesor es también un elemento de la citada clase de equivalencia. Formarse es un ejercicio de disciplina y de responsabilidad. Para el profesor puede llegar a ser algo tan molesto como un virus. Generalmente, se cuela en su vida en forma de fichero comprimido. Ya se sabe, en cuanto aceptas descomprimir, te ataca su fondo documental, te enredan sus herramientas de trabajo y las tareas que propone. No hay duda. Como los chavales, hay que acogerse a la primera ley del aula y sobrevivir. Hay trueque: “qué hay que hacer” por “jornadas de buenas prácticas”.. ¿Sirve esta analogía?

Existe otro elemento que actúa de juez supremo en la vida escolar, muy a pesar de todas las leyes educativas que se han propuesto eliminarlo. Se trata de los deberes. Esta analogía no la quiero ni mentar. Mira tú.

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