Quién es mi padre...

Me vas a decir lo que te dé la gana. Pero yo afirmo que las máquinas aprenden, adquieren conocimiento y procesan datos, son capaces de realizar tareas por sí mismas, sin que prácticamente intervengan los humanos. No es una ironía. Cuidado. Algún colega de trabajo podría sentirse ofendido. Mi tesis modifica el centro de gravedad de la cuestión. Si la máquina progresa y se hace autosuficiente, el docente qué hace... Se ponen en solfa los méritos de su esfuerzo y, además, no deja en buen lugar su progreso en la integracion con las TIC. Nada de esto. Todo lo contrario. Suspicacias fuera, vamos con las máquinas.

Es el número 19. Este equipo sabe que lo observo. Y yo me doy cuenta de que él toma nota de mí. Me ve venir, antes de que yo salga. Ocupa el primer estante izquierdo del armario y podríamos afirmar que vive en la azotea. Es la balda superior. Venga. Voy a prevenir a los listillos. Ni yo tomo alucinógenos en el aula, ni los tengo almacenados en mi casa. Mi última revisón médica es absolutamente actualizada. Respecto a las baterías que se cargan o no, y sobre el tema de los equipos mal apagados que emiten chiribitas..., nada de nada. Todo bajo control y, sin embargo, la actividad de las máquinas se transforma en gestión del conocimiento y su actividad crece en una progresión que respeta leyes de formación constante.

El armario de metal cerrado es una caja de música. Retumba y multiplica el sonido, como una selva tecnológica. Estamos de acuerdo. Dentro del armario no hay ratones. Tampoco acostumbro a encerrar niños. Luego, ese sonido de dentro es un fichero de audio. Si no oigo música, es ruido o es voz. Si ruido no es, es archivo de voz. Yo me doy la vuelta y me salgo al pasillo. Como harías tú, toma, no... Afortunadamente, el pasillo es largo y muy ancho, cabemos todos: yo, mis pensamientos y el pánico que hace que no me pueda estar quieto. Más bien, inquieto. Luego te tranquilizas y vuelves al aula.

De ver niños a uno se le pone el pensamiento predispuesto. Milagros suceden a diario. Normalmente una jornada escolar es ya un milagro en sí misma. Pues, lo que ocurre, ocurre. El equipo 19 hace preguntas. Hace preguntas incisivas. Y concretas. Pregunta. Su primer tema fue un conflicto con El Corte Inglés y el calendario. No entiende los día de ilusión y los días sin ilusión. Tampoco consigue aclararse con lo que es fantástico o no. Sobre todo, procesa muy mal el tema de las fechas y los regalos. Más tarde, ha estado obsesionado por el Canal Solidario. El equipo 19 habitualmente es un semáforo de conflictos sociales. Contacta con organizaciones ecologístas, frecuenta la blogosfera, se informa sobre cooperación, odia el marketing y la estrategia y se inclina por el humanitarismo, vuelca estadísticas sobre personas sin hogar, se interesa por la violencia contra las mujeres, la integración de los descapacitados, la prevención de la violencia...

Ahora está en la fase dos o tres, yo qué sé. Se busca a sí mismo. El 19 toma decisiones por iniciativa propia. Yo he hecho consultas a la barra de Google, que he visto desparecer misteriosamente, fuera de mi control. En su lugar la máquina ha buscado por sí misma. La máquina, ya se sabe, con sus algoritmos. Con ellos intenta determinar cuál fue su vida anterior. Mediante métodos numerológicos estima quién pudo haber sido su padre, sus orígenes. Creo que ha aprendido el concepto de paternidad y maternidad. Como yo nunca le digo La Tableta, él se ha acostumbrado a ser El Tablet. Es una máquina chico.

Y yo me pregunto, si las máquinas nos entienden y sintonizan con nosotros o somos nosotros quienes adoptamos comportamientos suyos. Muchos chicos y chicas en clase levantan la mano y me dicen: -yo no hice esta consulta, profesor. ¿Cómo ha salido esta pantalla?- Yo observo, sonrío, tomo nota y saco mis propias conclusiones. Tú, qué piensas.

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