Auxilio San Valentín, que la cibercultura se entromete en los afectos

Se globalizan los afectos, se anulan el espacio y el tiempo, los momentos no son lineales... los funcionarios estamos a punto de experimentar una mutación antropológica. Una nueva manera de ser funcionarios. Nos miramos a través de las pantallas, no hace falta hacerlo directamente, porque la visión tecnológica hace evidentes dimensiones que escapan al ojo humano.

Vivimos nuevos tiempos y rutinas. Te doy un bit de mis emociones y tú me ayudas con el desarrollo de una nueva aplicación. Me ayudas con la animación y computación de este proyecto y te ofrezco a cambio diez cadenas de bits emocional intangible. Pero, entre tú y yo, ¡por San Valentín de febrero!, ¿no te das cuenta? Ya es tangible que la cibercultura está construyendo vidas virtuales. Y, sin embargo, juraría que tú eres funcionario y yo también. Es la certificación de nuestra desnaturalización. Está en proceso de desarrollo del nuevo funcionario digital.


Además, el eros tecnológico se entromete y nos compromete en el chat más gigantesco, en la relación y en las emociones. La realidad emocional de los funcionarios también se construye de manera virtual, con millones de bits locos. La metamorfosis en que vivimos inmersos hace saltar por los aires las diferencias entre lo público y lo privado. El ciberfuncionario encuentra en el servidor remoto de San Valentín el perfecto site multi-inter-actuado para sus emociones.

Amor al primer bit, la media naranja cibernética, ya está entre nosotros el ciberclaustro... Adaptación al nuevo lenguaje [mucho más potente que el alfabeto], la interactividad, la hipertextualidad, la conectividad... La cibercultura y la nueva forma de ser inteligente. La identidad está en la Red y la vida es una pantalla. La simulación es total, hasta la confusión de la propia identidad, nada que ver con los viejos relatos literarios. Los nuevos estilos estéticos, ciberpunk o cibernéticos.

Con la cultura electrónica se nos está muriendo la cultura impresa, a los 200 años de edad de vida. Adiós a todo lo que se nos va y ya apostamos por el bit recién nacido: abundantes masas de información, inestabilidad de todos los significados y ausencia de verdades universales. Ya le tengo dicho yo a mis chicos que es mejor que me compren libros no encuadernados.

Los ciberprofes están replicados en pantallas de observación, se introducen en documentos de animación y cine. Las ciberclases disponen de robots infiltrados entre los libros soldados, troyanos estratégicos que propagarán la muerte literaria. Los ciberposter nos miran con ojos de radiofrecuencia. La última evolución de ciberpizarra está hecha al vacío de todas las dimensiones, para permitir el viaje al absoluto. La cibermáquina de las respuesta ha dado muerte al libro de los formularios de evaluación. El ciberconocimiento se construye a impulsos electrónicos y el conocimiento absoluto es cuestión sólo de ciberestética. No hay terminal de suspensos.

Auxilio, San Valentín, por favor, humanízanos siempre nuestro hardware y software, unos kilobitos nada más, pero algo. Y que te encargues también, por favor, de la interconexión de todo. Santo, por favor, cuida de la memoria del que te blogga, de mi unidad de almacenamiento y de mi procesador (el multi-cuore, ya sabes); éste, sobre todo. Gracias. Amén.

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